En uno de los capítulos más impactantes y poéticos de la Biblia —1 Corintios 13—, el apóstol Pablo describe el amor que los cristianos debemos personificar: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser».
En esta lista, la primera característica del amor es que es sufrido, y me parece muy revelador, porque amar —con la generosidad y constancia que describe Pablo posteriormente en este pasaje— exige sacrificio, entrega y aguante. No podemos reservar nuestras expresiones de amor y cariño para ciertas situaciones o para unas pocas personas queridas. Asimismo, tampoco podemos negárselas a la gente que nos decepciona o nos falla.
Soy aficionado a revisar las diversas traducciones que existen de los grandes pasajes de la Biblia. En el caso de esta frase, otras versiones dicen que el amor es paciente, que sabe soportar, que es longánimo, o sea, constante, generoso. El amor se mantiene firme ante las adversidades y aguanta incluso ofensas, agravios y provocaciones.
Ahora bien, ¿cuál es el secreto para ser capaces de seguir mostrándonos afables con una persona que nos ha herido o que ha hecho daño a otros seres humanos? Un primer paso es ser indulgentes y darle el beneficio de la duda, recordando que nosotros también hacemos daño a los demás con nuestras faltas de consideración, pifias y malas decisiones. Aparte de eso, una fórmula infalible, como dice otra traducción, es no llevar un registro de las heridas y ofensas recibidas. Las heridas duelen, y no sanan de la noche a la mañana; mas cuando refrenamos ese impulso tan humano de repasar mentalmente la película de los agravios que nos han hecho y optamos, en cambio, por perdonar y echarlos en saco roto, Dios nos da la gracia para sufrirlos con amor. Así todos salimos ganando.
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Efesios 4:32 (NVI) Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Marcos 11:25 (NVI) Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.
1 Juan 1:9 (NVI) Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.
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