Hazlo porque puedes

#EnergiaPositiva

El bien que hagas hoy, muchos lo habrán olvidado mañana; aun así, haz el bien.

Recuerdo que la primera vez que leí esas palabras, no me pareció que tuvieran sentido. Con el tiempo eso cambió. Mi madre y yo habíamos tomado un bus. Mientras avanzábamos por el pasillo buscando un par de asientos libres, observé a una joven madre con un niño de unos 2 años y un bebé. Se notaba que el niño estaba aburrido. La madre bregaba para mantenerlo sentado al tiempo que hacía lo que podía para tranquilizar al bebé.

Encontramos sitio justo detrás de ella. Seleccioné una lista de canciones en mi reproductor de mp3 con la esperanza de aislarme de los ruidos y disfrutar del viaje. Sin embargo, al cabo de un ratito el lloriqueo del nene se convirtió en un fuerte llanto. Tanto alboroto empezó a fastidiarme.

La joven madre se veía nerviosa, por la vergüenza que estaba pasando; pero en fin, aquello no era asunto mío. Ninguna persona del bus consideró que debía hacer nada, salvo mi madre, que se sentó junto a la chica y sus hijos.

Llevaban unos minutos conversando cuando la muchacha giró la cabeza. Me percaté entonces de que le corrían lágrimas por la mejilla. Apagué mi reproductor de mp3 y me incliné hacia adelante para escuchar lo que decía.

Estaba haciendo aquel viaje de tres horas en bus con sus hijos para ir a ver a su marido, que estaba en la cárcel. No tenía dinero y no había podido comprar leche para la criatura ni nada de almuerzo para ella y su hijo. ¿Mi mamá le creería esa historia? Hay gente capaz de inventarse lo que sea por una limosna.

Mamá metió la mano en su cartera y sacó una manzana. Se la ofreció al niño y luego le entregó a la chica un poco de plata.

—Marianne —me dijo—, esta chica hace transbordo en la misma estación que nosotros. ¿La ayudarás con el niño?

Me fijé en su pelo sucio y su ropita mugrienta. ¿No podía seguir él solito a su madre? Entonces me vino otro verso del mismo poema.

Por mucho que des lo mejor de ti, no será suficiente; aun así, da lo mejor de ti.

El bus se detuvo. Me agaché y tomé al niño en brazos. Para él eso tal vez no significaba nada. Aun así, yo podía optar por hacer el bien. Podía demostrarle amor de todos modos.

—Gracias —me dijo el niñito apoyando la cabeza en mi hombro.

Los acompañamos hasta el siguiente bus y les hicimos adiós con la mano al despedirnos.

Ahora entiendo: el amor da, simplemente porque puede.

Juan 13:34 – Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.

Hebreos 13:1-2 – Sigan amándose unos a otros fraternalmente. No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.

Salmos 119:132-136 – Vuélvete a mí, y tenme compasión como haces siempre con los que aman tu nombre. Guía mis pasos conforme a tu promesa; no dejes que me domine la iniquidad. Líbrame de la opresión humana, pues quiero obedecer tus preceptos. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo; enséñame tus decretos. Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu ley no se obedece.