Mejora tu calidad de vida

#Devocional

¿De qué forma mejorará tu vida si lees la Palabra de Dios?

Es alimento para crecer y fortalecerse espiritualmente.
Así como debes nutrir tu organismo para sobrevivir y desarrollarte bien, necesitas alimentar tu espíritu con la Palabra de Dios. Esta analogía aparece repetidas veces tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Cuando Jesús dijo: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios», estaba citando a Moisés (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3).

En su angustia, Job declaró: «He atesorado las palabras de Su boca más que mi comida» (Job 23:12 (NBLH)).

En el Salmo 119, el rey David dice al Señor: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Más que la miel a mi boca» (Salmo 119:103). El apóstol Pedro, en una carta a los nuevos conversos, les advierte: «Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra» (1 Pedro 2:2 (LPD)).

Una relación más profunda con Jesús.
Al aceptar a Jesús en tu corazón diste inicio a una hermosa relación personal con Él. Él quiere ser tu mejor amigo, consejero, maestro, guía y mucho más. La vía para conocerlo mejor es Su Palabra. Los cuatro Evangelios en particular revelan Su esencia, Su personalidad, Su autoridad y Su amor.

Dios quiere tener contigo una relación recíproca, un toma y daca. Leyendo Su Palabra no solo descubres lo que Él te quiere dar, sino también lo que espera de ti. Considera que Sus palabras son como cartas de amor remitidas por Aquel que te conoce y se preocupa por ti más que nadie.

Verdad y libertad.
Hoy en día, por donde sea que uno mire, se encuentra con alguien que anda promoviendo y comercializando la verdad por medio de algún libro, programa o producto nuevo. ¿A quién debes hacerle caso? Y ¿cuánto te va a costar? Pues Jesús tiene lo mejor de todo. Él promete: «Si vosotros permaneciereis en Mi Palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:31,32). Ten la certeza de que todo lo que leas en la Biblia es verdad. Si te familiarizas con sus preceptos, tendrás una vara con la cual medir todas las cosas.

Fe.
La fe no se adquiere a base de esfuerzo, sino asimilando la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Si tienes poca fe, probablemente es porque no lees mucho Su Palabra o no la crees. Pero cuanto más la leas y estudies con una actitud abierta y receptiva, más crecerá tu fe. Es así de sencillo y de cierto.

Felicidad.
La felicidad perdurable se alcanza emulando el amor de Jesús, y es la Palabra la que nos enseña a hacerlo. Jesús dijo: «Si guardareis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor. […] Estas cosas os he hablado, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (Juan 15:10,11).

Contentamiento y paz interior.
Estudiando la Palabra de Dios llegas a comprender Su amorosa forma de actuar. Eso te inspira fe en que Él es dueño de la situación y vela por tu bienestar, cualesquiera que sean las circunstancias. «Vuelve ahora en amistad con Él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien» (Job 22:21). Cuando te agobien los desencantos, los obstáculos y las contrariedades, lee un rato la Palabra de Dios; te ayudará a ver las cosas objetivamente.

Soluciones y respuestas.
Cuando tengas un interrogante, el Señor te facilitará la respuesta; cuando te topes con un problema, te dará la solución. Están todas en Su Palabra. Leyendo las Escrituras y escuchando lo que Dios te hable al alma después de haberle pedido orientación —la Palabra viva—, hallarás la respuesta a todos los interrogantes y las soluciones para todos los problemas que se te presenten. Una vez que te familiarices con los principios espirituales, la sabiduría divina y los consejos prácticos contenidos en las Escrituras, verás que el Señor te ayuda a aplicarlos para resolver asuntos y conflictos de la vida diaria. Su Palabra será una lámpara que alumbre tu camino (Salmo 119:105).

Conocimiento de la voluntad de Dios.
Dios tiene un designio para ti y sabe lo que más te conviene. Deja, pues, que guíe tus decisiones, y a la larga todo saldrá bien. Parece sencillo, pero ¿cómo hacemos para averiguar lo que Dios considera mejor para nosotros en determinada situación? Es decir, ¿cómo podemos descubrir Su voluntad? La Palabra nos da a conocer la voluntad de Dios con absoluta certeza, tal como fue revelada. Así pues, cuando te veas en una disyuntiva, toma en cuenta todo lo que Dios ya ha dicho. Busca una situación similar en la Biblia y basa tu decisión en ella, o en los preceptos de la Palabra de Dios. También puedes pedirle que te hable directamente al corazón y te indique qué es lo que desea que  hagas.

La Palabra de Dios tiene además la facultad de modificar tu forma de enfocar los problemas. Te transforma «por medio de la renovación de [tu] entendimiento, para que [llegues a conocer] cuál [es] la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2).

Modelos de conducta acordes con los principios divinos.
La Biblia está repleta de relatos sobre hombres y mujeres comunes y corrientes cuya fe y amor a Dios los hizo grandes a los ojos de Él y los ayudó a salir adelante en circunstancias sumamente adversas. Su ejemplo enseña mucho y resulta muy estimulante. Hay además innumerables testimonios del amor y el desvelo de Dios por Sus hijos, de cómo nos protege y provee para todas nuestras necesidades. Por contrapartida, hay también ejemplos de lo que no se debe hacer y de las consecuencias de infringir Sus principios espirituales. «Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras tengamos esperanza» (Romanos 15:4).

El poder y las promesas de Dios a nuestra disposición.
En la Biblia hay numerosas promesas que Dios nos ha hecho. Él quiere que las apliquemos a nuestra realidad. Algunas son universales, por ejemplo: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo» (Joel 2:32; Romanos 10:13). Otras se hicieron en un principio a ciertas personas o grupos de personas, pero son para cualquiera que las aplique a una situación similar y cumpla las condiciones ligadas a ellas.

A medida que te vayas familiarizando con la Palabra de Dios, aprenderás a reconocer Sus promesas y reivindicarlas para ti. De esa manera estarás manifestando tu fe. Esas firmes declaraciones de tu fe y de tu conocimiento de la Palabra complacen a Dios, activan Su poder y lo llevan a responder tus oraciones.

Más amor.
Es difícil guardar el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:39) si las personas con quienes nos relacionamos habitualmente son desagradables y no se hacen querer. ¿De dónde saca uno la gracia para pasar por alto los exabruptos de un jefe autoritario o de un compañero de trabajo envidioso, las fiestas bulliciosas del vecino o cosas peores? ¿Qué hace uno en esas situaciones para amar como Jesús? «Mucha paz tienen los que aman Tu ley, y nada los hace tropezar» (Salmo 119:165 (NBLH)). Dicho de otro modo, nada los ofende. A medida que leas y estudies la Palabra de Dios, te irás imbuyendo de Su Espíritu y Su amor, los cuales te ayudarán a ser más comprensivo, sensible y tolerante.

1 Pedro 2:2 (NVI) deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación,

Juan 8:31-32 (NVI) Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

Romanos 10:17 (NVI) Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.