Todo tiene su tiempo

#Devocional

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.

Gracias, Dios mío, por las diversas etapas de mi vida. Cada una tiene su encanto.

«Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él» (Salmo 118:24).

 

Tiempo de nacer, y tiempo de morir…

Te doy gracias por el don de la vida y porque un día, impulsada por Tu amor, pasaré a una vida mejor en el más allá.

«En Tu mano están mis tiempos» (Salmo 31:15).

 

Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado…

Gracias tanto por el éxito como por el fracaso. La experiencia es maestra exigente, pero fiel.

«Por el Señor son ordenados los pasos del hombre. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque el Señor sostiene su mano» (Salmo 37:23,24).

 

Tiempo de matar, y tiempo de curar…

Gracias por las enfermedades y por las demás contrariedades que has permitido que me sucedieran para llevarme a depender más de Ti. Gracias por darme las fuerzas para salir adelante.

«A vosotros los que teméis Mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en Sus alas traerá salvación» (Malaquías 4:2).

 

Tiempo de destruir, y tiempo de edificar…

He conocido decepciones y pérdidas. Gracias por hacer que esas pérdidas despejaran el terreno para edificar cosas mejores.

«Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28).

 

Tiempo de llorar, y tiempo de reír…

Gracias por las épocas de tristeza y las de alegría, y por el sol, que se disfruta aún más después de una tormenta.

«Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5).

 

Tiempo de endechar, y tiempo de bailar…

Te doy gracias porque, a pesar de la tristeza que siento por la pérdida de algunos seres queridos, para mí es un consuelo saber que están en el Cielo y que un día volveremos a estar juntos.

«Has cambiado mi lamento en baile» (Salmo 30:11).

 

Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras…

Gracias por los cambios y las innovaciones, que me recuerdan que la única constante en mi vida eres Tú.

«[Nada] nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:39).

 

Tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar…

Gracias por permitirme disfrutar de la compañía de mis amigos y mi familia. Gracias también por las temporadas de soledad, en que Tú me consuelas como nadie más sabe hacerlo.

«El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos» (Deuteronomio 33:27).

 

Tiempo de ganar, y tiempo de perder…

Gracias por las épocas de escasez y por las de prosperidad. Ambas a su manera me han enseñado a valorar más lo que tengo.

«El Señor dio, y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito» (Job 1:21).

 

Tiempo de guardar, y tiempo de desechar…

Ayúdame a desechar mi orgullo, mi egoísmo y otros pecados del alma. Sea lo que sea que me depare el futuro, ayúdame a aferrarme a lo más valioso: Tú, mi buen Señor, y Tu amor y verdad.

«El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará» (Filipenses 1:6).

 

Tiempo de romper, y tiempo de coser…

Aun cuando me descarrío, Tú nunca me escatimas Tu amor. Tu misericordia y Tu perdón me motivan a mejorar.

«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).

 

Tiempo de callar, y tiempo de hablar…

Gracias por estar siempre a mi lado para escuchar mis cuitas, ofrecerme soluciones y encaminarme bien. Ayúdame a tratar a los demás de la misma manera.

«Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar» (Santiago 1:19).

 

Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer…

Ayúdame a perdonar a quienes me han ofendido, como haces Tú conmigo; a amar al pecador, pero aborrecer el pecado.

«Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (Efesios 4:32).

 

Tiempo de guerra, y tiempo de paz.

Mientras exista el mal en el mundo, siempre habrá guerras; pero te agradezco que un día pondrás fin a todo eso. Entretanto, ayúdame a trabajar por la paz.

«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).