Tu morada celestial

#Devocional

Si de buenas a primeras te dijeran que eres dueño de una flamante mansión palaciega, ¿te lo creerías? ¿Y si te lo garantizaran con escrituras y documentos? ¿No te morirías de curiosidad por saber dónde está localizada esa lujosa vivienda y qué aspecto y características presenta? ¿No harías indagaciones sobre la vista que tiene, los vecinos, el clima del lugar y todos los detalles habidos y por haber? Es más, ¿no te pondrías a soñar con el día en que por fin te mudaras a semejante mansión? Y ¿cómo crees que esa noticia te afectaría? ¿Alteraría tu escala de prioridades y tu forma de vida?
La verdad de las cosas es que alguien —Jesús— te ha prometido una mansión así, y consta por escrito: «En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; voy a preparar lugar para vosotros, para que donde Yo esté, vosotros también estéis» (Juan 14:2,3 (RV95)). Si has aceptado a Jesús, esa vivienda es tuya, sin pago de cuotas ni contribuciones, ni gastos de mantenimiento. «No será verdad tanta belleza», pensarás. Pues te digo que esa es sólo una pequeña parte de la herencia.
Al fin y al cabo, ni la más lujosa mansión sirve de mucho si no se tiene buena salud ni se dispone de tiempo para disfrutarla. Dios también tuvo eso en cuenta. «Yo soy la resurrección y la vida —prometió Jesús—. El que cree en Mí, vivirá aunque muera; y todo el que vive y cree en Mí no morirá jamás» (Juan 11:25,26 (NVI)). La oferta incluye vida eterna en un cuerpo glorioso, sobrenatural, inmune a las enfermedades y a la misma muerte (1 Corintios 15:51–54).
Se ha dicho que las mejores cosas de esta vida son las que se comparten. Y en la otra será igual. Nos reencontraremos con nuestros seres queridos y amigos para gozar juntos de muchísimas maravillas imaginadas e inimaginables, dones de nuestro Padre celestial, al que la Biblia llama amor (1 Juan 4:8).

Juan 14:2-3 (NVI) En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.

1 Corintios 15:51-54 (NVI) Fíjense bien en el *misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.»

1 Juan 4:8 (NVI) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.